El pisco, una especie de aguardiente elaborado en base a uvas, ha sido por años el trago favorito de los chilenos, a tal nivel que cada vez existen nuevas preparaciones y categorías y que, desde el 2009, se conmemora cada 15 de abril el Día Nacional del Pisco.
Según el sitio de turismo Chile es Tuyo, las principales zonas productoras de pisco son las regiones de Atacama y Coquimbo, a partir de uvas moscatel. En el país existen 13 tipos de esa especie de uvas, lo que facilita la gran diversidad de pisco, en cuanto a sabores y olores, disponibles en el mercado.
El interés por esta bebida alcohólica la ha convertido en un misterio y motivo de rivalidad con Perú. Además de discutir por guerras pasadas y minerales, el origen del pisco es un tema sensible de disputa entre ambos países.
Según el sitio Usach al Día, hoy en día la producción del pisco en Chile es cinco veces mayor a la del país vecino. Mientras en Perú se produjeron 5,7 millones de litros en 10 años, en Chile esta cifra aumentó a 42,2 millones.
Si bien no hay una respuesta definitiva, la importancia que tiene la controversia en cuanto al origen del pisco, ya que ambas naciones son las que más consumen pisco, ha provocado que expertos en el tema hagan investigaciones, que han arrojado diversas teorías.
Un estudio del doctor Pablo Lacoste, académico del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la Usach, en conjunto con profesionales de Argentina, Colombia, Uruguay y Chile, reveló que se empezó a producir en 1733 en el Valle del Elqui. La misma, demostró que se elaboró por primera vez en el país vecino en 1825, luego de casi un siglo.
Según esta, el nombre pisco se registró primero en Chile, en 1882. Luego, el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo lo protegió legalmente en 1931. En Perú, en cambio, se habría registrado en 1922 y se habría protegido por medio de una norma en 1944.
Por su parte, el peruano Luis Mantilla, dueño de la Pisquería Don Luis de Lima y creador del primer Festival de Pisco Chilcano de Perú, dijo a El Mundo que el pisco es peruano y que los chilenos copiamos la receta, siendo más hábiles en cuanto a su comercialización.
Esta declaración la justificó contando que en 1613 el testamento de un señor llamado Juan Pedro el Griego hablaba de “aguardiente de uva”, afirmando que por eso, seguramente se producía desde el siglo anterior.